“Detrás de Lau” pt. 6 por José Ramón
Estudiando el mapa de Oaxaca decidí dividirlo en cuatro partes. Centro, sur, este y oeste. Nos estamos quedando en el centro, aquí encontramos la oferta cultural y culinaria. Al este del centro encuentras los mercados de telas mas grandes, los campos de agave, las mezcalerías y una cascada petrificada conocida como Hierve el Agua. En el Oeste, tenemos las ruinas Mayas de Monte Alban y una región conocida por sus artesanías trabajadas en barro. En los pueblos del Sur están los mercados generales mas diversos y una región cuyo arte nos enamoró, los alebrijes. Yo soy un ser del mar. La playa en mi hábitat, aquí estamos en territorio LAU. No es que no me encante, es que a ella le da tanta felicidad que a mi me sobra con verla así. Y bien fácil me pongo en plan chofer, mayordomo, asistente, mozo y en general, de amante. “¡Preciosa! Pa donde la llevo… y detrás de ella voy, cargando motetes, tomando fotos, haciendo research y asistiendo. Gozándome cada instante.
El plan preliminar para el primer día fue bastante ambicioso. Madrugar para ir a Monte Alban, que nos queda a 20 minutos en auto. De ahí dirigirnos al sur, al mercado de Ocotlán de Morelos y de regreso al centro parar en San Martín Tilcajete a ver los famosos alebrijes.
Salimos temprano, un café y calle. Buscando el barro del oeste, nos paramos en otro Martin’s bbq mexicano a pedir direcciones y están tan ricos con todo ese mambo colorau que le ponen, que terminamos comiendo pollo para desayunar y nos olvidamos del barro. Llegamos a las ruinas y realmente merece la pena subir el monte. La vista de todo el valle de Oaxaca es brutal, y aun cuando el estacionamiento estaba lleno, el lugar es tan grande que por momentos parecía que estábamos solos. Sentarse allí a contemplar ruinas de culturas tan antiguas a mi me vuela la mente, y me transporto.
El terreno es árido y las ruinas son del color de la tierra. Un puñado de árboles florecidos y Laura, eran el color del panorama. Se nos quedó la hamaca. Había un spot como para quedarse todo el día, pero el itinerario exigía y después de una hora contemplativa, arrancamos al sur. En el camino nos compramos el vaso de jugo de naranja recién exprimido de todos los días. Es un lujo de 15 pesos… menos de un dólar.
Detras de Lau 6
Una hora más tarde llegamos a la plaza de Ocotlán de Morelos y nos fuimos a descubrir. Los mercados son un laberinto. Nunca sabes que encontraras en la próxima esquina. Aquí esta el pueblo, las costumbres, las culturas mezcladas, los sabores, los colores. Laura siempre quiere algo de cada sitio y encontrarlo es una aventura.
Pero aquí veníamos a solo ver sin esperar nada. No teníamos otro propósito que no fuera aprender, probar, conocer y con suerte pasar un día que recordáramos por siempre. La plaza entera llena de quioscos y carpas con todo lo que te puedas imaginar. Ropa, joyas, juguetes, herramientas, carteras, figuritas, aceite y la lista no acaba. Esto era solo las afueras del mercado. Las calles que rodean el mercado estaban abarrotadas de quioscos. Calles enteras con toldos de lado a lado y tres filas de oferta. En la zona de las flores se respira campo, pero rápido vez una cabeza de lechón colgando de un gancho con sus jugos y olores. Luego las frutas, las hojas, los tomates de todos los tamaños. Imposible nombrar todo. Un olor particular llamó mi atención. Y cuando miro, ahí está Laura probando algo que le dio una señora. Chapulines! Laura me mira y dice: “Quieres papi, están ricos!”
Los chapulines son saltamontes y en Oaxaca se los comen como maní. Yo paso, pero Laura se compra una bolsa. Y como los caminantes de plaza las americas, viendo telas, trajes, camisas y arte, regresamos a la plaza. Allí encontramos la carpa mas grande de todas y estaba llena de sombreros. Casualmente comenzamos a probarnos sombreros y a tomar fotos, y un caballero se nos acercó. “¿Que están buscando?, nos preguntó. Laura, que siempre tiene un invento, un diseño y una idea, se las dijo todas de golpe. Y su respuesta nos dejó pasmados: “claro dama, nuestra fábrica está aquí en la esquina, se lo fabricamos como usted lo quiera” y el precio era un regalo. Los ojos de Laura brillaron… yo ya sabía que me quedaban horas de mercado.
Me senté a fotografiar mientras la recién estrenada diseñadora de sombreros daba sus especificaciones con lujo de detalles al artesano. Así cambia la cosa de un instante a otro. Ahora estamos de viaje creativo en el corazón de Oaxaca.
Nos fuimos a comer al mercado mientras esperábamos la producción. Un caldo de pollo y un filete al mole rojo pa chuparse los dedos. La comida en esta región es exquisita. Paseamos otro rato y a la hora acordada regresamos por el sombrero. Cuando llegamos, el chico nos dice que aún no está y nos presenta al dueño de la fábrica. Y don Alberto nos dice: ” Aun le falta un rato, quieren venir al taller y ver como se hacen sombreros? Y eso es otra historia, que marca el comienzo de otro día inolvidable.